domingo, 9 de octubre de 2011

Esquema del curso 2011

Esquema

I. Cristología fundamental

1. El Misterio escondido
2. Tres textos bíblicos fundamentales
  • Gn 2, 24
  • Jn 1, 14
  • Ef 5, 32
3. La relación entre el Misterio y las Alianzas.

La relación entre las fiestas cósmicas, judías y cristianas. Un ejemplo paradigmático: la Transfiguración.

5. La mediación ascendente y descendente

6. El Jesús de la historia y el Cristo de la Fe

7. Los títulos cristológicos:
Un buen resumen lo encontraréis aquí. El último capítulo de Jesús de Nazaret os servirá de complemento: Hijo del hombre, Hijo y Yo soy.
La kenosis: el hijo pródigo del Padre

8. El Acontecimiento Cristo 

9. Los dogmas cristológicos

10. La Cristología en la historia de la Teología

11 La Encarnación, acontecimiento trinitario

12.. La Encarnación, acontecimiento cristológico. Cristo, centro y fin de la Historia
Por nosotros los hombres: finalidad de la Encarnación y razones de conveniencia
La libertad divina en la Encarnación

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La teofanía en la encina de mambré: el misterio escondido de Dios

El icono de la Santísima Trinidad de Peter Rublev expresa con gran perfección artística el misterio escondido de Dios: la Santísima Trinidad y la Encarnación del Verbo. En él se refleja la teofanía −es decir la manifestación divina− junto a la encina de Mambré. No se trata de una revelación en sentido estricto, sino más bien de lo que en Teología se conoce como una figura o tipo. Sólo a la luz de la realidad anunciada o profetizada puede entenderse la figura. Únicamente desde la efectiva realización del hecho o misterio significado puede comprenderse el carácter de figura del suceso que sirve de signo.

El icono escenifica la aparición de Yahvé a Abrahán. «Se le apareció Yahvé en la encina de Mambré, estando él sentado a la puerta de su tienda en lo más caluroso del día. Levantó los ojos y vio que había tres individuos parados a su vera» (Gn 18, 1-2). A lo largo de la narración se sucede este uso indistinto del singular y del plural. Se aparece Yahvé, pero al levantar la mirada ve a tres personas. En el diálogo hay frases que se atribuyen a los tres y otras que son pronunciadas por «aquél», es decir, Yahvé.

El momento es de una gran trascendencia. Abrahán ya ha recibido la promesa de Dios, a la edad de noventa y nueve años: «Por mi parte ésta es mi alianza contigo: serás padre de una muchedumbre de pueblos. No te llamarás Abrán, sino que tu nombre será Abrahán, pues te he constituido padre de muchedumbres de pueblos. Te haré fecundo sobremanera» (Gn 17, 4-6). Abrahán advierte que esta aparición guarda relación con esta promesa de fecundidad y descendencia y acude en busca de Sara, su mujer, para que ésta prepare un banquete con que obsequiar a los visitantes.

El diálogo principal se produce después de que ellos hayan comido. Al parecer, Abrahán está ante ellos, en pie, debajo del árbol. Ellos le dijeron: «Dónde está tu mujer, Sara» (Gn 18, 9). Abrahán señaló detrás de ellos, diciendo: «ahí, en la tienda». Entonces, «aquél» dijo: «Volveré sin falta a ti pasado el tiempo de un embarazo, y para entonces tu mujer Sara tendrá un hijo» (Gn 18, 18). El anuncio es tan insólito que provoca la risa de Sara, que podía escuchar la conversación desde la tienda. Yahvé le pregunta a Abrahán por qué razón se ha reído su mujer, originándose un diálogo entrañable entre Yahvé y Sara, en el que Dios condesciende con las mentiras y los miedos de la mujer.

Esta es la escena que reproduce el icono de Rublev. En la parte superior de la imagen se advierten −de izquierda a derecha− una casa, un árbol y una montaña cubierta con una nube. Los tres personajes están sentados alrededor de una mesa, de modo que con la posición de sus cuerpos y los elementos en los que descansan, configuran al mismo tiempo un círculo y un octógono. Dejando de lado los posibles significados de la figura octogonal −pueden descubrirse incluso dos octógonos: uno que engloba sólo a las figuras centrales y otro, más alargado, que alcanza los elementos superiores−, el círculo tiene un importante significado simbólico: expresa gráficamente una propiedad característica de la Trinidad: la perichoresis, término griego que significa literalmente danza, y con el que se quiere indicar la mutua inmanencia de las Personas divinas, en cuya virtud son tres Personas en una sola naturaleza[i]. El movimiento circular −el amor − comienza en las Personas divinas y se comunica a la entera Creación. No se detiene en el pecado de los hombres, sino que se intensifica más aún en la Redención.

El suceso «figura», la teofanía de Yahvé en la encina de Mambré, tiene como fin inmediato anunciar a Abrahán (y a Sara, que está escuchando la conversación desde la tienda) que va a ser Padre de una muchedumbre a través del hijo que va a tener con Sara, a la sazón una anciana. Parece claro que lo importante del anuncio no es tanto la concepción y nacimiento de Isaac, sino más bien la muchedumbre de pueblos de los que Abrahán será padre por razón del Mesías que nacerá de su linaje.

En efecto, el personaje central es el Hijo Unigénito, el Verbo encarnado. Se le reconoce principalmente por el hecho de llevar una túnica roja, bajo el manto de color azul. Mientras el rojo de la túnica significa su naturaleza humana, asumida por el Verbo al llegar la plenitud de los tiempos; el color azul, común a las vestiduras de los tres personajes, representa la idéntica naturaleza divina. El Verbo, que ocupa la posición central, tiene una estola sobre el hombre que representa la inmortalidad, su Resurrección (se entiende que en cuanto hombre). El árbol que está detrás de él −que en la interpretación inmediata del icono significaba la encina de Mambré− puede representar ahora tanto el árbol de la ciencia del bien y del mal como el leño de la Cruz.
Precisamente porque el movimiento circular comienza en Dios y abarca la Creación entera, esta posición central indica la centralidad del Verbo encarnado en el proyecto Creador de Dios.
Si se contempla la figura del Verbo Encarnado, haciendo abstracción de la mesa ante la que está sentado, se advierte un efecto óptico interesante por el que parece ocupar una posición predominante con respecto a las otras dos Personas divinas. Mediante este efecto se refuerza el mensaje principal del icono: en vez de ser Dios el invitado a la mesa, son los espectadores del cuadro quienes son invitados a participar del banquete y la invitación la hace el Enviado del Padre, Jesucristo.

En cambio, contemplando el cuadro completo es evidente que está sentado detrás de la mesa. También así se realza el significado principal del icono. Dios invita a la humanidad a sentarse a la mesa y a participar del banquete divino. La humanidad, por tanto, no puede quedar ante este icono como un mero espectador, sino que recibe la invitación de pasar a ser protagonista, identificándose con el personaje principal que es Cristo −el Cristo total, diría san Agustín, que formamos los miembros con la Cabeza o la Esposa con el Esposo−.
Decimos que se trata del principal significado del icono porque así lo indica la copa rebosante de vino, situada en el centro de la mesa, y también la forma de las siluetas de los otros dos personajes −el Padre y el Espíritu Santo− que configura también una copa, mediante la que se invita a beber.

El brazo derecho del Hijo encarnado insinúa también un nuevo círculo interior, que constituye una nueva perichoresis, la unidad que forman Esposo y Esposa al ser una sola carne. El concilio Vaticano II, en un texto en el que se resume «la entera antropología cristiana»[ii], ha profundizado en el significado de la oración sacerdotal de Jesús: «Más aún, el Señor, cuando ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros también somos uno (Io 17,21-22), abriendo perspecti­vas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás»[iii]. La unidad que constituyen las tres Personas divinas (la perichoresis externa del icono) es el modelo de la perichoresis de los hombres y de las mujeres en Cristo, de la Esposa con el Esposo. Se nos invita a danzar en un baile que exige «el don sincero» de la persona. Esta es una invitación que Jesucristo ofrece en cuanto Creador (constituye la vocación de toda persona humana, en todo tiempo) y que confirma en cuanto Redentor, indicando con su Pasión, Muerte y Resurrección cuál es el camino por el que podemos llegar a la plenitud y dándonos la fuerza o energía necesario para recorrerlo.

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[i] F. Pilloni, Danza nuziale, Torino 2202, ha desarrollado un itinerario teológico y pastoral para parejas fundamentado en la idea de la perichoresis divina. «Il simbolismo nuziale −explica el autor− si compie nella dramática nuziale dell’economia, che rimanda alla perichoresis nuziale dell’Unitrino. La cacramentalità appare pienamente fondata intrateologicamente e ogni dualismo e polarità lasciata alle spalle, in vista del compimento relazionale/nuziale dell’amore creato».
[ii] Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, 59.
[iii] Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 24.

sábado, 16 de febrero de 2008

El desafío actual de la cristología católica

BARCELONA, domingo, 10 febrero 2008 (ZENIT.org).- La cristología católica se encuentra hoy con el desafío de anunciar el misterio salvífico de Jesucristo en un mundo con pluralidad de religiones.
Lo ha puesto de relieve en Barcelona el arzobispo Angelo Amato, sdb, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, recordando que «es un hecho que hoy como ayer la humanidad vive en una pluralidad de religiones, y es otro dato de hecho que la Iglesia católica no rechaza nada de cuanto es verdadero y santo en las otras religiones».
Monseñor Angelo Amato hizo esta reflexión el pasado jueves en el marco las XLIII Jornadas de Cuestiones Pastorales, celebradas en la capital catalana.
«Jesucristo constituye la identidad cristiana en su estadio naciente, y la cristología no es otra cosa que la reflexión creyente sobre este ADN del cristianismo», afirmó en el Seminario Conciliar de Barcelona, lugar del encuentro.
«En concreto la tarea de la cristología es la de anunciar siempre de nuevo y motivar constantemente hoy la fe en el misterio de la encarnación salvífica», recordó este estrecho colaborador del Papa.
Monseñor Amato especificó en qué consiste la cristología católica: «A diferencia de la teología ortodoxa, anclada sustancialmente en la cristología de los Padres de la Iglesia y de los primeros siete concilios ecuménicos, y a diferencia asimismo de la teología protestante, con su típica cristología de la cruz, la cristología católica presenta una originalidad metodológica con una triple referencia: escucha fundante de la Sagrada Escritura, adhesión indispensable a la tradición de la Iglesia (gran teología, liturgia, espiritualidad) y diálogo con la cultura».
Entre sus reflexiones insistió en el «desafío» que constituye «la presencia de fieles de otras religiones» para los católicos, pues «tiene un doble efecto: les obliga a redescubrir su propia identidad de bautizados y les obliga a valorar el significado salvífico de las otras religiones».
«Desgraciadamente, sin embargo, en la práctica y en la profundización teórica del diálogo entre la fe cristiana y las otras tradiciones religiosas, el perenne anuncio misionero de la Iglesia es hoy puesto en peligro por teorías de tipo relativista, que pretenden justificar el pluralismo religioso».
La exhortación del secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe es la de volver a un Cristo verdadero: «La cristología católica debe recuperar el auténtico Cristo bíblico-eclesial, piedra angular de la Iglesia, para poder relanzar una auténtica antropología cristiana, que restituya al hombre post-moderno la esperanza».
Las Jornadas pastorales, iniciadas en 1965, han reunido a doscientas personas, mayoritariamente sacerdotes, organizadas por el Centro Sacerdotal Montalegre, iniciativa promovida por la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, una asociación sacerdotal unida a la Prelatura del Opus Dei.

lunes, 15 de octubre de 2007

Benedicto XVI presenta a Hilario de Poitiers

Intervención durante la audiencia general


CIUDAD DEL VAICANO, miércoles, 10 octubre 2007 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención de Benedicto XVI en la audiencia general de este miércoles dedicada a presentar la figura de san Hilario de Poitiers, padre de la Iglesia.


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Queridos hermanos y hermanas:
Hoy quisiera hablar de un gran padre de la Iglesia de Occidente, san Hilario de Poitiers, una de las grandes figuras de obispos del siglo IV. Ante los arrianos que consideraban el Hijo de Dios como una criatura, si bien excelente, pero sólo una criatura, Hilario consagró toda su vida a la defensa de la fe en la divinidad de Jesucristo, Hijo de Dios y Dios como el Padre, que le engendró desde la eternidad.

No contamos con datos seguros sobre la mayor parte de la vida de Hilario. Las fuentes antiguas dicen que nació en Poitiers, probablemente hacia el año 310. De familia acomodada, recibió una formación literaria, que puede reconocerse con claridad en sus escritos. Parece que no se crió en un ambiente cristiano. Él mismo nos habla de un camino de búsqueda de la verdad, que le llevó poco a poco al reconocimiento del Dios creador y del Dios encarnado, muerto para darnos la vida eterna. Bautizado hacia el año 345, fue elegido obispo de su ciudad natal en torno al 353-354.

En los años sucesivos, Hilario escribió su primera obra, el «Comentario al Evangelio de Mateo». Se trata del comentario más antiguo en latín que nos ha llegado de este Evangelio. En el año 356 asistió como obispo al sínodo de Béziers, en el sur de Francia, el «sínodo de los falsos apóstoles», como él mismo lo llama, pues la asamblea estaba dominada por obispos filo-arrianos, que negaban la divinidad de Jesucristo. Estos «falsos apóstoles» pidieron al emperador Constancio que condenara al exilio al obispo de Poitiers. De este modo, Hilario se vio obligado a abandonar Galia en el verano del año 356.

Exiliado en Frigia, en la actual Turquía, Hilario entró en contacto con un contexto religioso totalmente dominado por el arrianismo. También allí su solicitud como pastor le llevó a trabajar sin descanso a favor del restablecimiento de la unidad de la Iglesia, basándose en la recta fe formulada por el Concilio de Nicea. Con este objetivo, emprendió la redacción de su obra dogmática más importante y conocida: el «De Trinitate» (sobre la Trinidad).

En ella, Hilario expone su camino personal hacia el conocimiento de Dios y se preocupa de mostrar que la Escritura atestigua claramente la divinidad del Hijo y su igualdad con el Padre no sólo en el Nuevo Testamento, sino también en muchas páginas del Antiguo Testamento, en las que ya se presenta el misterio de Cristo. Ante los arrianos, insiste en la verdad de los nombres del Padre y del Hijo y desarrolla toda su teología trinitaria partiendo de la fórmula del Bautismo que nos entregó el mismo Señor: «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

El Padre y el Hijo son de la misma naturaleza. Y si bien algunos pasajes del Nuevo Testamento podrían hacer pensar que el Hijo es inferior al Padre, Hilario ofrece reglas precisas para evitar interpretaciones equívocas: algunos textos de la Escritura hablan de Jesús como Dios, otros subrayan su humanidad. Algunos se refieren a Él en su preexistencia el Padre; otros toman en cuenta el estado de abajamiento («kénosis»), su descenso hasta la muerte; otros, por último, lo contemplan en la gloria de la resurrección.

En los años de su exilio, Hilario escribió también el «Libro de los Sínodos», en el que reproduce y comenta para los hermanos obispos de Galia las confesiones de fe y otros documentos de sínodos reunidos en Oriente alrededor de la mitad del siglo IV. Siempre firme en la oposición a los arrianos radicales, san Hilario muestra un espíritu conciliador ante quienes aceptaban confesar que el Hijo se asemeja al Padre en la esencia, naturalmente intentando llevarles siempre hacia la plena fe, según la cual, no se da sólo una semejanza, sino una verdadera igualdad entre el Padre y el Hijo en la divinidad.

Esto también nos parece característico: su espíritu de conciliación trata de comprender a quienes todavía no han llegado a la verdad plena y les ayuda, con gran inteligencia teológica, a alcanzar la plena fe en la divinidad verdadera del Señor Jesucristo.

En el año 360 ó 361, Hilario pudo finalmente regresar del exilio a su patria e inmediatamente volvió a emprender la actividad pastoral en su Iglesia, pero el influjo de su magisterio se extendió de hecho mucho más allá de los confines de la misma.

Un sínodo celebrado en París en el año 360 o en el 361 retomó el lenguaje del Concilio de Nicea. Algunos autores antiguos consideran que este cambio antiarriano del episcopado de Galia se debió en buena parte a la fortaleza y mansedumbre del obispo de Poitiers.

Esta era precisamente su cualidad: conjugar la fortaleza en la fe con la mansedumbre en la relación interpersonal. En los últimos años de su vida compuso los «Tratados sobre los Salmos», un comentario a 58 salmos, interpretados según el principio subrayado en la introducción: «No cabe duda de que todas las cosas que se dicen en los salmos deben entenderse según el anuncio evangélico de manera que, independientemente de la voz con la que ha hablado el espíritu profético, todo se refiere al conocimiento de la venida nuestro Señor Jesucristo, encarnación, pasión y reino, y a la gloria y a la potencia de nuestra resurrección» («Instructio Psalmorum» 5).

Ve en todos los salmos esta transparencia del misterio de Cristo y de su Cuerpo, que es la Iglesia. En varias ocasiones, Hilario se encontró con san Martín: precisamente el futuro obispo de Tours fundó un monasterio cerca de Poitiers, que todavía hoy existe. Hilario falleció en el año 367. Su memoria litúrgica se celebra el 13 de enero. En 1851 el beato Pío IX le proclamó doctor de la Iglesia.

Para resumir lo esencial de su doctrina, quisiera decir que el punto de partida de la reflexio´n teológica de Hilario es la fe bautismal. En el «De Trinitate», Hilario escribe: Jesús «mandó bautizar “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Cf. Mateo 28,19), es decir, confesando al Autor, al Unigénito y al Don. Sólo hay un Autor de todas las cosas, pues sólo hay un Dios Padre, del que todo procede. Y un solo Señor nuestro, Jesucristo, por quien todo fue hecho (1 Corintios 8,6), y un solo Espíritu (Efesios 4,4), don en todos... No puede encontrase nada que falte a una plenitud tan grande, en la que convergen en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo la inmensidad en el Eterno, la revelación en la Imagen, la alegría en el Don» («De Trinitate» 2, 1).

Dios Padre, siendo todo amor, es capaz de comunicar en plenitud su divinidad al Hijo. Me resulta particularmente bella esta formulación de san Hilario: «Dios sólo sabe ser amor, y sólo sabe ser Padre. Y quien ama no es envidioso, y quien es Padre lo es totalmente. Este nombre no admite compromisos, como si Dios sólo fuera padre en ciertos aspectos y en otros no» (ibídem 9,61).

Por este motivo, el Hijo es plenamente Dios sin falta o disminución alguna: «Quien procede del perfecto es perfecto, porque quien lo tiene todo le ha dado todo» (ibídem 2,8). Sólo en Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, encuentra salvación la humanidad. Asumiendo la naturaleza humana, unió consigo a todo hombre, «se hizo la carne de todos nosotros» («Tractatus in Psalmos» 54,9); «asumió la naturaleza de toda carne y, convertido así en la vid verdadera, es la raíz de todo sarmiento» (ibídem 51,16).

Precisamente por este motivo el camino hacia Cristo está abierto a todos, porque ha atraído a todos en su ser hombre, aunque siempre se necesite la conversión personal: «A través de la relación con su carne, el acceso a Cristo está abierto a todos, a condición de que se desnuden del hombre viejo (Cf. Efesios 4,22) y lo claven en su cruz (Cf. Colosenses 2,14); a condición de que abandonen las obras de antes y se conviertan para quedar sepultados con Él en su bautismo, de cara a la vida ( Cf. Colosenses 1,12; Romanos 6,4)» (Ibídem 91, 9).

La fidelidad a Dios es un don de su gracia. Por ello, san Hilario pide al final de su tratado sobre la Trinidad poderse mantener siempre fiel a la fe del bautismo. Es una característica de este libro: la reflexión se transforma en oración y la oración se hace reflexión. Todo el libro es un diálogo con Dios. Quisiera concluir la catequesis de hoy con una de estas oraciones, que se convierte también en oración nuestra: «Haz, Señor --reza Hilario movido por la inspiración-- que me mantenga siempre fiel a lo que profesé en el símbolo de mi regeneración, cuando fue bautizado en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Que te adore, Padre nuestro, y junto a ti a tu Hijo; que sea merecedor de tu Espíritu Santo, que procede de ti a través de tu Unigénito… Amén» («De Trinitate» 12, 57).

jueves, 11 de octubre de 2007

Temario de la asignatura

Introducción




  1. ¿Quién decís que soy yo? (Introducción de J.L. Martín Descalzo)
  2. El Cristo de cada generación.
  3. El Cristo de la fe

Capítulo primero: Cristología fundamental

  1. Lectura cristológica de la parábola del hijo pródigo
  2. El misterio escondido de Dios: La teofanía bajo la encina de Mambré
  3. La Creación: primera Alianza de Dios con los hombres. Liturgia de la primera Alianza. Sacramentalidad originaria: familia, trabajo.
  4. La kénosis del Verbo: el título de Hijo como nuda propiedad, Cristo "se hizo pecado"

Capítulo segundo: Las mediaciones en el Antiguo Testamento

  1. Continuidad entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento
  2. Mediaciones ascendentes: real, sacerdotal y profética
  3. Mediaciones descendentes: el ángel de Yavhé, la sabiduría, el hijo del hombre

Capítulo tercero: Los títulos cristológicos

  1. Cristo (Mesías)
  2. Jesús, el Señor
  3. Jesús, el Hijo de Dios

Capítulo Cuarto: Los nombres con los que Jesús se designa a sí mismo (Ratzinger, Jesús de Nazaret, pp. 371 a 410)

  1. El hijo del hombre
  2. Hijo
  3. Yo soy

Capítulo Quinto: Cristo, centro y fin de la Historia (O.M.R., El misterio de Cristo, pp. 117 a 137)

  1. Por nosotros los hombres: finalidad de la Encarnación y razones de conveniencia
  2. La libertad divina en la Encarnación

Capítulo sexto: La filiación divina de Jesús y el Concilio de Nicea. (O.M.R., cit., pp. 167-189)

  1. Las herejías trinitarias: monarquianismo y subordinacionismo
  2. Tertuliano
  3. Orígenes
  4. Los esquemas "logos-sarx" y "logos-antropos"
  5. El arrianismo
  6. El Concilio I de Nicea
  7. El apolinarismo y el alma de Cristo

Capítulo séptimo: La unicidad de la persona de Cristo (pp. 191-212)

  1. Planteamiento de la cuestión
  2. Las tres grandes tradiciones cristológicas: alejandrina, antioquena y latina.
  3. La crisis nestoriana
  4. El Concilio de Éfeso: tensiones del Concilio (431), la doctrina de san Cirilo, Acta de unión del año 433.

Capítulo octavo: Unión y distinción entre la Humanidad y la divinidad de Jesús (pp. 213-254)

  1. El monofisismo
  2. El Concilio de Calcedonia (451)
  3. El Concilio II de Constantinopla (533)
  4. El Concilio III de Constantinopla (681)

Capítulo noveno: La unión hipostática. (pp. 255-291)

  1. Las tres "opiniones" sobre el modo de unión de las dos naturalezas
  2. Concepto de unión hipostática
  3. La unidad ontológica de la Persona: el Ser de Cristo
  4. La unidad psicológica de la Persona: el yo de Cristo

Capítulo décimo: El concepto moderno de Persona y su incidencia en Cristología (pp. 293-308)

  1. La "revolución" cartesiana.
  2. Anton Günter
  3. Antonio Rosmini
  4. Dificultades en el uso de la noción de persona en teología.
  5. El intento cristológico de Karl Rahner
  6. Las cristologías no-calcedianas

domingo, 7 de octubre de 2007

Catequesis de Benedicto XVI sobre san Cirilo de Alejandría

VATICANO - San Cirilo de Alejandría, “testigo firme e incansable” de Jesucristo, Verbo de Dios encarnado: Papa Benedicto XVI en audiencia general continúa la catequesis sobre los Padres Apostólicos
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - A su regreso a Vaticano luego de pasar el periodo veraniego en la residencia de Castelgandolfo, el Santo Padre Benedicto XVI, en la Audiencia General del miércoles 3 de octubre se detuvo sobre la figura de San Cirilo de Alejandría. “Ligado a la controversia cristológica que llevó al Concilio de Éfeso en el 431 y último representante de relieve de la tradición alejandrina -afirmó el Papa en su discurso-, Cirilo fue definido más tarde en el oriente griego ‘guardián de la rectitud’-entiéndase ‘guardián de la verdadera fe’- y además ‘sello de los Padres’.” Cirilo, en efecto, hizo constante referencia a los autores eclesiásticos precedentes, con el fin de mostrar la continuidad de la propia teología con la tradición de la Iglesia, “en la que reconoce la garantía de la continuidad con los Apóstoles y con Cristo mismo”.Venerado como santo tanto en oriente como en occidente, Cirilo en 1882 fue proclamado Doctor de la Iglesia por el Papa León XIII. Las noticias sobre su primera elección a la sede de Alejandría son muy pocas. Sobrino de Teófilo, Cirilo nació probablemente en Alejandría, Egipto, entre el 370 y el 380, recibió una buena educación, cultural y teológica. A la muerte de su tío Teófilo, en el 412, el aún joven Cirilo fue elegido Obispo de Alejandría, donde gobernó con gran energía por treinta y dos años. En el 417 o 418, “el Obispo de Alejandría se mostró realista al recomponer la ruptura de la comunión con Constantinopla, que era en pie ya desde el 406, como consecuencia de la deposición del Crisóstomo”, recordó Benedicto XVI. Pero las diferencias subsistentes con la sede constantinopolitana se reavivaron en el 428, con la elección de Nestorio a dicha sede, que “en su predicación prefería para María el título de ‘Madre de Cristo’ (Christotókos), en lugar de aquel -ya en aquel momento sumamente querido por la devoción popular- de ‘Madre de Dios’ (Theotòkos). El motivo de esta opinión del obispo Nestorio era su adhesión a la cristología de tipo antioqueño que, para salvaguardar la importancia de la humanidad de Cristo, terminaba afirmando la división respecto de la divinidad”.Cirilo -en aquel entonces máximo exponente de la cristología alejandrina, quien pretendía más bien subrayar fuertemente la unidad de la persona de Cristo- reaccionó fuertemente, dirigiéndose además con una serie de cartas al mismo Nestorio, recordando el “deber de los Pastores de preservar la fe del Pueblo de Dios” e ilustrando con claridad su fe cristológica: “Afirmamos, pues, que son diversas las naturalezas que se han unido en verdadera unidad, pero de las dos resulta un solo Cristo y un solo Hijo, no porque a causa de la unidad se haya eliminado la diferencia de naturalezas, sino porque divinidad y humanidad, reunidas en unión indecible e inenarrable, han producido para nosotros al solo Señor y Cristo e Hijo”. El obispo de Alejandría logró que Nestorio fuese repetidamente condenado también por el Concilio realizado en Éfeso en el 431, el tercero ecuménico. La asamblea, que se desarrolló también con otros temas, concluyó con el primer gran triunfo de la devoción a María y con el exilio de Obispo constantinopolitano que no quería reconocer a la Virgen el título de “Madre de Dios”. Cirilo supo, sin embargo, llegar ya en el 433 a una fórmula teológica de compromiso y de reconciliación con los antioqueños. “Y también esto es significativo -subrayó el Pontífice-: por una parte está la claridad de la doctrina de fe, pero por otra está la búsqueda de una intensa unidad y reconciliación”. Cirilo se dedicó a defender y clarificar su posición teológica hasta la muerte, el 27 de junio del 444. Cirilo ha dejado un gran número de textos, difundidos ya durante su vida en diversas traducciones orientales y latinas, que “son de primordial importancia para la historia del cristianismo”: sus comentarios a muchos libros veterotestamentarios y del Nuevo testamento, numerosas obras doctrinales en defensa de la fe trinitaria y en respuesta a polémicas anticristianas. “San Cirilo de Alejandría, “testigo firme e incansable” de Jesucristo, Verbo de Dios encarnado, -concluyó el Santo Padre-, destacando sobretodo la unidad… la fe en Jesús Logos nacido del Padre está también muy radicada en la historia porque, como afirma san Cirilo, este mismo Jesús vino en el tiempo con el nacimiento de María, la Theotòkos, y estará, según prometió, siempre con nosotros. Esto reviste una grande importancia: Dios que es eterno nació de mujer y permanece con nosotros para siempre. En esta fe vivimos, en esta fe encontramos el camino de nuestra vida.” (S.L.) (Agencia Fides 4/10/2007; líneas 53, palabras 791

viernes, 5 de octubre de 2007

horario de la convivencia

El horario es:

viernes 5:

21.00 cena
22.00 clase 1ª (introductoria)
23.00 examen

sábado 6:

8.30 oración y Santa Misa
9.30 desayuno
10.30 2ª clase
11.10 3ª clase
11.50 4ª clase
12.30 tiempo libre (deporte, estudio, etc)
14.00 comida, tertulia, Santo Rosario
16.30 5ª clase
17.10 6ª clase
17.50 tiempo libre para hacer la oración
19.00 7ª clase
19.40 8ª clase
21.00 cena, película y examen.

domingo 7:

8.30 oración y Santa Misa
9.30 desayuno
10.30 9ª clase
11.10 10ª clase
11.50 deporte/estudio
14.00 comida, tertulia, Santo Rosario
16.30 11ª clase
17.10 12ª clase
18.00 vuelta a casa


Podéis llevar pala de pádel, zapatillas de futbito y balón...esperemos que el tiempo acompañe. No olvidéis llevar ropa de abrigo por si acaso.

Saludos,