martes, 2 de octubre de 2007
El Hijo pródigo de Dios
«Él, que no nació de raza humana, ni de deseo humano ni de voluntad humana, sino del mismo Dios, un buen día lo reunió todo y se marchó con su herencia y su título de Hijo. Se fue a un país remoto, a una tierra lejana..., donde se volvió como son los seres humanos y se quedó vacío. Su propia gente no lo aceptaba y su primera cama fue ¡una cama de paja! Creció entre nosotros igual que una raíz en tierra árida, fue despreciado, fue el más insignificante de los hombres, ante quien uno se tapa la cara. Muy pronto conoció el exilio, la hostilidad, la soledad... Después de haberlo gastado todo llevando una vida de abundancia: su valía, su paz, su luz, su verdad, su vida..., todos los tesoros del conocimiento y la sabiduría y el misterio oculto mantenido en secreto desde tiempo inmemorable; después de haberse perdido entre los hijos de la casa de Israel, después de haber dedicado su tiempo a los enfermos (y no a los ricos), a los pecadores (y no a los justos), e incluso a las prostitutas a quienes prometió que entrarían en el reino de su Padre; después de haber sido tratado como si fuera un glotón y un bebedor, amigo de los recaudadores de impuestos y de los pecadores como una samaritana, un poseído, un blasfemo; tras haberlo entregado todo, hasta su cuerpo y su sangre; tras haber experimentado en sí mismo el dolor, la angustia y la inquietud del alma; tras haber tocado el fondo de la desesperación, con la que se vistió voluntariamente al sentirse abandonado por su Padre, lejos de la fuente que mana agua de vida, gritó desde la cruz en la que estaba clavado: “Tengo sed”. Estaba tendido descansando en el polvo y la sombra de la muerte. Y allí, al tercer día, se levantó de las profundidades del infierno al que había descendido, cargado con los pecados y las tristezas de todos nosotros. Y de pie, erguido, gritó: “Sí, me voy al Padre, a vuestro Padre, a mi Dios, a vuestro Dios”. Y volvió a ascender al cielo. Entonces, en el silencio, mirando a su Hijo y al resto de sus hijos, el Padre dijo a los sirvientes: “¡Rápido! Traed la mejor túnica y ponédsela; ponedle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; ¡comamos y celebrémoslo! ¡Porque mis hijos, que, como sabéis, estaban muertos, han vuelto a la vida; estaban perdidos y han vuelto a ser hallados! Mi Hijo pródigo los ha traído de vuelta”. Entonces todos empezaron a festejarlo vestidos con sus largas túnicas, lavados en la sangre del Cordero»[1].
[1] Pierre Marie, Les fils prodigues e le fil prodigue, citado por Henri J. M. Nowen, El regreso del hijo pródigo. Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt, PPC Madrid 1999, pp. 62-63.
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CRISTOLOGÍA LAICA GRECO ROMANA: La Epístola apócrifa de los Hechos de Felipe, expone al cristianismo como continuación de la educación en los valores de la paideia griega (cultivo de sí). Que tenía como propósito educar a la juventud en la “virtud” (desarrollo de la espiritualidad mediante la práctica continua de ejercicios espirituales, a efecto de prevenir y curar las enfermedades del alma, para alcanzar la trascendencia humana) y la “sabiduría” (cuidado de la verdad, mediante el estudio de la filosofía, la física y la política, a efecto de alcanzar la sociedad perfecta). El educador utilizando el discurso filosófico, más que informar trataba de inducir transformaciones buenas y convenientes para si mismo y la sociedad, motivando a los jóvenes a practicar las virtudes opuestas a los defectos encontrados en el fondo del alma, a efecto de adquirir el perfil de humanidad perfecta (cero defectos) __La vida, ejemplo y enseñanzas de Cristo, ilustra lo que es la trascendencia humana y como alcanzarla. Y por su autentico valor propedéutico, el apóstol Felipe introdujo en los ejercicios espirituales la paideia de Cristo (posteriormente enriquecida por San Basilio, San Gregorio, San Agustín y San Clemente de Alejandría, con el pensamiento de los filósofos greco romanos: Aristóteles, Cicerón, Diógenes, Isócrates, Platón, Séneca, Sócrates, Marco Aurelio,,,), a fin de alcanzar los fines últimos de la paideia griega siguiendo a Cristo. Meta que no se ha logrado debido a que la letrina moral del Antiguo Testamento, al apartar la fe de la razón, castra mentalmente a sus seguidores extraviándolos hacia la ecumene abrahámica que conduce al precipicio de la perdición eterna (muerte espiritual)__ El reto actual, es formular un cristianismo laico que se pueda vivir y practicar, no en y desde lo religioso y lo sagrado, sino en y desde el humanismo, la pluralidad y el sincretismo, a fin de afrontar con éxito los retos de la modernidad. Es tiempo de rectificar retomando la paideia griega de Cristo (cristianismo grecorromano), separando de nuestra fe el Antiguo Testamento y su religión basura que han impedido a los pueblos cristianos alcanzar la supra humanidad. Pierre Hadot: Ejercicios Espirituales y Filosofía Antigua. Editorial Siruela. http://es.scribd.com/doc/33094675/BREVE-JUICIO-SUMARIO-AL-JUDEO-CRISTIANISMO-EN-DEFENSA-DE-LAS-RAICES-CRISTIANAS-DE-EUROPA-LAICA
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